Buenísimas noches,
Esta semana teníamos una práctica para la asignatura de TIC, que consistía en hacer un pequeño cuento, con su respectiva presentación con herramientas TIC y una representación en clase para nuestros compañeros y profesora.
A continuación, os dejo el relato y su presentación realizada mediante Powtoon.
Esperamos que os guste, clamave pedagogos.
Revolución tecnológica en el Museo de Prado.
Erase una
vez, un pedagogo llamado Juan. Juan se
graduó como pedagogo en 2025 y mucho más tarde se especializó en las nuevas
tecnologías. A él le encantaba todo lo que estuviera relacionado con la
educación pero sobre todo, la influencia que las nuevas tecnologías ejercían
sobre la educación.
El mundo
había cambiado mucho, y con el, el pensamiento de las personas. Tan solo unos
años atrás, las tecnologías eran la fuente principal de la humanidad, hasta que
Pear gobernó el mundo en 2026 junto con las editoriales e instauraron la dictadura de Pear. Pear era un señor mayor, de 110 años, que
todavía había vivido en la sociedad donde se estudiaba con libros y no existía
internet. Pear, venció terreno y desterró al gran Apple a marte. Pear hizo que toda la humanidad retrocediera en el
tiempo y se volviera a instaurar la gran conocida época del libro y lápiz,
donde no existía internet ni nuevas tecnologías. Obligó a toda la humanidad a
que devolviera toda la tecnología que tuvieran para destruirla.
Todo esto
pasó muy rápido, y Juan se vio muy perjudicado con este cambio. ¡Cómo iba a
vivir yo en una sociedad sin tecnología, cuando era a lo que quería dedicarme,
cambiar el mundo mediante ella!, decía Juan. Después de esto, Juan entró en una
grave depresión porque no encontraba trabajo en ningún sitio. Se pasaba los
días en su habitación triste y huraño. Su madre intentaba animarlo día sí y día
también, pero el mundo fuera de su habitación seguía dormido.
Un día llegó su madre Marisa, diciéndole que
había encontrado un trabajo para él en el Museo del Prado. Al oír que era en un
Museo Juan empezó a reír, y le dijo: qué hay tecnológico en un Museo?. Marisa
se quedó pensando y dijo que nada, pero que al menos había reído con su
propuesta y que eso podía ser una buena señal.
Pasaron los
días y a Juan no se le quitaba de la cabeza la oportunidad de poder trabajar en
un Museo, aunque no fuera nada relacionado con las nuevas tecnologías. Al día
siguiente, Juan encontró las fuerzas que necesitaba, se fue directamente al
baño y se aseó, más tarde abrió su armario y cogió su mejor traje, el de su
graduación, se lo puso y se fue para el Museo del Prado. Una vez había llegado
al Museo se paró por un momento y pensó si debería de entrar o irse a casa,
pero en ese momento se acordó de una cosa que siempre le decía su abuela, que
era: no te rindas si aún no lo has intentado. Y conforme fue acordándose de
eso, fue entrando por el Museo. Al cabo de una hora, salía del Museo con una
gran sonrisa y un motivo por el que madrugar al día siguiente, ir a trabajar al
Museo. Llegó a su casa y se lo contó a su madre, a esta, le hizo muy feliz la
noticia.
Al día
siguiente, Juan se preparó y se fue al Museo. Allí conoció a Leire, su
compañera de trabajo, la cual le explicó en qué consistía. Una vez explicada la
labor, se dio cuenta de que era un trabajo en el que no iba a ejercer de
pedagogo, puesto que consistía en estar
sentado en la sala donde se encontraba el cuadro del Guernica de Picasso, para
vigilar que nadie tocara el cuadro. Pasaban los días y con ellos la esperanza de
trabajar algún día en lo que realmente le apasionaba.
Un lunes,
llegó al trabajo y Leire le avisó de que iban a llegar muchos niños al Museo de
excursión por lo que estuviera más atento de lo normal. Juan cuando los niños
se fueron pensó: ¡Pero si no se han detenido delante del cuadro ni si quiera un
minuto!. Y entonces se dio cuenta de que el museo era un lugar un tanto
aburrido para los niños y para la gente a la que no le gustaba la pintura.
Entonces pensó que un museo podría ser un lugar al que visitar un día común,
como entretenimiento, para cualquier persona, pero había que cambiar el
concepto de museo aburrido que la gente tiene. Como pedagogo, Juan no dejó de
pensar que tenía que hacer algo para que esto cambiara, porque a nivel
educativo es muy interesante. Pero para ello, tenía que conseguir llamar la
atención de la gente y hacerlo más divertido. Salió de trabajar y camino a casa
encendió la radio de su coche. En ese momento, Pear estaba anunciando que la
eliminación de la tecnología se había llevado a cabo con éxito y que ya no
existía ningún ordenador en el mundo. Juan enfurecido apagó la radio. Llegó a
casa y se puso con su proyecto: Hacer del museo un lugar cautivador para los
visitantes y pese a las prohibiciones de Pear, él lo iba a hacer mediante las
nuevas tecnologías. Pensó en crear una radio dentro del Museo llevada por
niños, en la cual fueran comentando cada uno de los cuadros. También pensó en
imágenes en 3D que al pulsar un botón salieran de cada cuadro explicando en qué
consistía el cuadro en cuestión. Códigos QR, figuras a tamaño real,
televisiones en las que apareciera un breve documental… En definitiva, hacer
del museo un lugar divertido y a la vez cultural. Después de unos meses
llevando a cabo todos sus planes y consiguiendo todo el material necesario, le
planteó la idea al jefe del museo. A este le pareció una locura, pero como era
pro de las tecnologías no tardó mucho en convencerlo. Se concienciaron de qué
podían ir a la cárcel pero ellos lo intentarían. Invitaron a vecinos y gente cercana
al museo con la finalidad de que no se enterara Pear. El día de la inauguración
del “Nuevo Museo” la gente entraba al museo y realmente se paraba a ver los
cuadros. Entre pasillo y pasillo se comentaba el descontento con la dictadura
de Pear. Juan terminó el día muy contento.
Los días
pasaron y Pear se enteró de lo que habían hecho en el museo. Pero ya era
demasiado tarde, hubo una revolución, la gente volvió a sacar todos sus
aparatos tecnológicos que no se habían destruido. El mundo entendió que no
podía vivir sin tecnologías y derrocaron la dictadura de Pear.
Juan, vio
que había hecho un buen trabajo y después de esto no quiso trabajar en otro
sitio. Entendió que su labor como pedagogo ahora era imprescindible en el museo
y que podía utilizar las nuevas tecnologías, como él quería.
Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado…